Cayó la noche aún siendo de
día. Desde su cama podía ver, a través de su ventana, cómo caían las hojas de
los árboles en ese día de Otoño tan frío. El color anaranjado del cielo escondido entre nubes negras anunciaba lluvia. Podía escuchar el viento azotar su
ventana y el silbido tan agudo y breve como aterrador del aire entrando por
debajo de su puerta. Sentía cómo el frío calaba sus huesos haciendo que
crujieran uno a uno… desde sus nudillos hasta llegar a los huesos de sus
tobillos creando una extraña percusión a la que no estaba acostumbrada. Hacía
tanto frío que su corazón se había congelado. Sus sentimientos yacían
enquistados en él desde hacía ya un tiempo por lo que si sacara su corazón de
su pecho podríamos ver las micro roturas que hay en él y, así, comprobar cuántos sentimientos guarda en silencio. Aunque intentó que su corazón se derritiera en las manos de alguna
persona que la quisiera de verdad comprendió que ella era la única que podría
fundirlo para poder hacer frente a su pasado mientras que los demás solo intentarían moldearlo cuan escultor para
darle la forma de un corazón de verdad, de un corazón real, y que no se
diferenciara demasiado del resto de corazones que habitan este mundo.
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Caladas de aire fresco...